14 junio, 2012

visitas nocturnas

te he visto sólo un día
mas no una sola vez.
mi sombra hambre tenía
de tener cuatro pies.

09 junio, 2012

tus ojos son



mi delirio de persecución.
mis trastornos de pensamiento, sentimiento y emoción.

el centro del tiro al blanco;
allí es justo mi punto débil,
lanzas y encajas la flecha atinada cuando hacemos contacto indistinto.
cuando es favorable se vuelve un interruptor, en ON, de luz interna,
catalizador de vibraciones y palpitaciones.

al verlos desviarse indiferentemente
se vuelven un guante rojo acercándoseme directo a la mejilla.
un definitivo knock-out inesquivable del peso pesado,
dejándome tendido e inmóvil en un plancha ardiente.

son espuelas de botas-cowboy pinchándome las costillas cuando soy caballo.
estrellas-ninja lanzadas directamente hacia mí,
enterrando las orillas de mis prendas contra una pared.
dejándome estático y apantallado.

el lanzamiento de un pitcher directo hacia mi frente,
la pelota de baseball estrellándose en mi cabeza a cientos de kilómetros por hora,
y convulsiono imaginariamente.
tan veloz como un parpadeo.

son atravesar mi cara al fuerte abaniqueo del bat del beisbolista.
asomar mi cabeza justo cuando el tren o el metro viene
sentirme siendo desplomado a impactos, desbaratado,
explotado en cientas de partes escurridizas por doquier.

Sujetarme de una reja electrificada y recibir electro-shocks a la máxima magnitud.
expulsarme por los aires.

meter mis manos entre tostadoras, sartenes, planchas, hélices de avión y de abanicos.
sentir trituración.

paredes repletas de picos filosos y encajosos en un cuarto cerrado, encasillándome sin salida,
guiándome a desaparecer, con trucos mentales o despedazado.

introducirme a una cápsula de agua helada e hielos, sin rescates ni escapatoria.
me entumecen, inmovilizan y congelan.

disparos a quemarropa.
balazos de ametralladora que sólo a mí me perforan,
sólo a mí me hieren
y sólo a mí me alimentan y curan,
pero jamás sangro.

donadores de visión,
cegadores de vista.


tus ojos son
el pico de un cono.
asómome por un agujero estrecho que se abre y engrandece.

dentro hay: 

un pasadizo que lleva a una puerta de madera roja con manijas triangulares de oro puro;

un laberinto desconocido de altos pastizales podados en zig-zag.

un cielo de carretera con nubes multicolores-rosadas-moradas-cafés-azules-rojas-naranjas,
indistinguible entre atardecer y amanecer,
permanentemente asomado entre montañas altas nevadas.

una pared inmensa abarcando límites territoriales extensísimos,
con un hoyito diminuto e inencontrable que esconde un paraíso detrás,
gigantemente interminable sin líneas ni límites.

un mirador de carretera.
un paisaje movedizo.
la ventana de un avión con vista a la ciudad nocturna iluminada.

una colina alta por montar.
la vista desde la punta de la montaña más alta que muestra la superficie
del mundo entero.

parvadas atravesando un arcoíris, formando figuras increíbles
y continuamente cambiantes.

cortinas semi-abiertas de una cabaña en lo alto del bosque que asoma el sol entre pinos frondosos y nubes empañadoras de vidrios.


impulsos de retracción involuntaria.


tus ojos son
una lupa,
acercarme a ella descubre mis verdades escondidas entre gigantismos.


atreverme a forrar todas las paredes, pisos y techos existentes en el mundo de fotografías de ellos en mosaico.
y desearme enmicado a ellos.


penetradores hasta el fondo más abismal.

verme contigo.
no parar.
introducirme a pensamientos compartidos imaginariamente.

espejos contra espejos formando imágenes profundas, millones de veces, diminutamente gigantizadas.


un telescopio por el que miro astros, luceros, constelaciones,
galaxias, estrellas, soles, lunas, planetas, cometas.
todo brilla.
luces navideñas excesivas adornando casas pequeñas en aldeas sin luz.
cuando hay obscuridad:
velas salvadoras que se regeneran al utilizarlas.
linternas, lámparas, proyectores de luz similares a los de la bati-señal, adheridos a tus espacios oculares.
luminosidad milagrosa.
y extrañosa.
ceguera relativa a encandilaciones continuas.


binoculares para acercar distancias necesarias y alejar las dañinas.
microscopios que enseñan enigmas ansiados por saberes masivos.

cruzar un puente de un río con pirañas.
un rollo fotográfico sin fin.
una fotografía panorámica.
puertas-portales a una dimensión sensorialmente sentimental por la que me has paseado.

el almacén de todos los bosques y mares

ver de fuera hacia adentro:
la visión desde una coladera callejera hacia el cielo estrellado y los vehículos en movimiento.
la vista desde la ventana pequeña de una celda de prisión.

limpiar mi suciedad.

contenedores de memorias en espacios diminutos
como un disco-compacto, un cassete, una tarjeta, usb.

hay algo detrás de ellos inconclusamente descifrable.

saber que hay algo pendiente, por reanudar o por terminar.

presionar el botón Reset,
y recomenzar de cero desde la primerísima vez que los vi.

dicen mucho siendo tan mudos.


tus ojos son
un talismán hipnótico que me idiotiza y manipula.
fuego de incendio consumidor.
calor y calentura.
jaquecas.
ternura escondida.
códigos.

semillas potencialmente germinables.

tentación y deseo.
tiempo que invierto.
instantes energizantes que me hacen recordar momentos que aun no vivo.

ganas de encajarlos en un tenedor y masticarlos, pero jamás tragarlos.

el dije perfecto que llevaría colgado en mi cuello.

son imposibles de no gustarme.

provocativos y provocadores.

un vacío y abundancia.
son contrastes,
inspiración o distracción.
atracción y ataque.

silencio absoluto reventando tímpanos,
gritos de ópera rompiendo silencios,

mi balance y desequilibrio.

paloma dentro del sombrero ansiosa por salir,
ropa transparente,
pulsera de manco,
zapato sin suela,
paraguas por abrir en sequía,
perdición y paraíso.
usar gogles en una piscina de espeso petróleo.


pómulos reduciéndose,
convirtiéndote a una infante interminablemente encantadora.

suspiros de alivio.
triunfo, mas no trofeo.
señales llamativas.
luces intermitentes.
estrellas fugaces,
cortas, pero mentalmente infinitas.
carnada de anzuelo apetitoso.
gancho adhesivo.


los mismísimos petrificadores de la Medusa.
definitivamente felinos.

más de lo que parecen.

valuables en subastas multimillonarias.

enchufes conectores y transmisores de energía, recargadores de pila.


el barco vinculador entre tierra y agua de mi creación.
son sensaciones múltiples.

todo esto mirándome a mí, en vez de yo a ellos.


un rasgo peculiar, personalmente simbólico y significante.

más míos que tuyos.
parte de ti, mas no tú de ellos.
y aunque mía fueses, seguirían siendo tuyos.
si te los arrancara ya no me mirarían.


y si sólo tuyos ya nada de esto,
serían genéricos y casuales,
no especiales y distinguibles.

ojos lindos y verdes hay millones.
pero no todos me mirarían así.
no son ojos cualquiera.

son creer que todos los demás ojos son canicas inertes.
y son sólo un par de ojos viéndome,
ver mi reflejo en ti, viéndome verte.
viéndote verme.
no hay más que buscarle.

todo esto que podrían ser, pero sólo si los veo yo, sino no.
creíble sólo por mí.
por atracción subjetiva.

aunque todo lo que me sumerge en contenidos es, tan sólo,
la forma tuya con la que me miras.
nada más.
nada menos.

olvídalo todo, pero tanto me son y serán.

07 junio, 2012

Paisage



Me detengo a medio camino, en la cima de la montaña, y espero como si olvidara algo que aún no he vivido, sabido, sentido, tenido, deseado o imaginado. A mi lado un ciego me describe el paisaje: Al fin llegamos.

Gotras



Salimos de ese lugar sin puertas ni paredes ni techos al que entramos sin saber cómo ni cuándo, hacia un pozo que la lluvia desbordó. Caminábamos sobre una llanura de agua. Una nube obscura y diminuta ambulaba por puntos estratégicos, como dirigida por un antiguo dios que hacía de sus dedos torbellinos y rayos. La nube se posó sobre nosotros, pero no arrojaba agua, sino que absorbía energías. Nos limpiaba.

Seguimos caminando; del suelo de agua llovían gotas de tinta, provenientes del fondo del pozo, como letras cayendo hacia arriba, dirigiéndose hacia la más llena de las lunas. Me miraste sin ojos y me dijiste sin boca que con la luna la poesía hierve, y con poesía la luna brilla más. Las gotas-letras (gotras) bailaban como bailan el vapor y el humo. Subían atraídas por una gravedad inversa, imantadas al cielo. Nos desnudamos del cuerpo, la prenda que vestíamos en esa vida, y en forma de viento cogimos las pieles y las estiramos, haciéndolas nadar entre las gotras, como si fueran papalotes-lienzos, para tatuarlas de signos.
Al terminar, te vestiste con tu cuerpo y me mostraste las marcas de tinta que capturaste: eran tus lunares, formando constelaciones en tu piel. Me coloqué mi cuerpo y leí en él este cuento.

Jugar a soñar


Soñé que jugábamos como solíamos. Cuando desperté, te vi y no te lo dije. Después te volví a soñar y te dije, en el sueño, que soñé contigo y que cuando te vi no te dije que soñé que jugábamos, pero que tal vez podríamos intentarlo: volver a jugar.

Me respondiste enfadada, no sé si por no habértelo dicho o por mi concupiscencia, que un verdadero juego se da cuando no te cuestionas si es o no un juego, cuando no lo planeas. Que si descubres que estás jugando, el juego se empieza a terminar, o termina la parte inicial de todo juego. Que si sospechas que estás en un sueño, lo estás evacuando y de alguna suerte despiertas dentro del sueño, sin despertar como tal. 

Mientras me explicabas, iba cayendo en las redes del juego y del sueño. Si me hablabas de soñar dentro de un sueño, o de jugar dentro de un juego, no podía ser un juego o un sueño en sí, sino la intelectualización del juego o del soñar, como las instrucciones para hacer algo, o un detenimiento. Entre mis divagaciones y suposiciones me sumí en la marea onírica de nuevo, y arrastrado por sus olas empecé a jugar sin saberlo. Jugábamos, por fin, a que cada quien era la versión del otro, a que teníamos que actuar a como pensábamos que éramos nosotros mismos, disfrazados de nuestro propios personaje, a como nos habíamos acostumbrado a ser, fingiendo naturalidad, hablando de nosotros mismos en tercera persona, para por fin liberarnos.

Me dijiste que para jugar, debía tener un reglamento que yo mismo escribiera. La regla número uno sería desafiar a otro reglamento por completo, así que jugué a no jugar, aunque eso era ya un juego. Jugué a desobedecer a todo lo que se me opusiera, como si eso me acercara a mí mismo, como si descartando todos los caminos quedara uno más apropiado, único para mí, o quedara algo siquiera.
Hacía como que jugaba y te observé, no sé si para imitarte o para detectar lo mío en ti o lo tuyo en mí, rebelándote contras todas las leyes metafísicas y cósmicas, como resignada al destino, obstinada a que eso ya estuviera también escrito y no hubiera más por hacer sino fluir en esa corriente ajena a ti; consolándote que lo todo que hacías era bajo tu voluntad, y te engañabas a aceptar melancólica que cada instante sustituye a otro.

A partir de entonces fingí que todo lo que pasaba me pasaba sólo a mí, y como un borrego seguí la vertiente, dejando que todo influenciara, mintiéndome de ser receptivo; ausente de cualquier filtro y cualquier decisión. Estaba en un torbellino, girando hacia el agujero. Entonces apareciste y me dijiste: no olvides que todo es un juego, en ningún momento ajeno a este algo más real comenzará.

Cuando te volví a ver dudé cuál eras tú, si lo que proyectaba o reflejaba, o si ya lo sabrías, que seguía siendo un sueño. Dudé en dónde estaba. De algún modo sabía que querrías jugar conmigo, pero yo no te propondría nada para que no sucediera lo mismo, para que se diera. Me dijiste que soñaste que te dije que soñé que jugábamos y que cuando te volví a ver no te lo dije, y cuando te volví a soñar te dije que no te dije y me decías muchas cosas. Te pregunté si recordabas algo de lo que me habías dicho, y asentiste diciendo: Soñar es jugar a vivir, y vivir es un simulacro.