29 septiembre, 2011

No raquetees mis lanzamientos, que la dicha mía

es abastecerte con los contenidos de mis bóvedas.


Mis prácticas kinestésicas me abofetean cuando las procuro.

¡Ay! Mis falanges vibran al invocarte.


Sin ser médico detecto los síntomas:

jardines pasmados en el parabrisas de la carroza.


Te llamo suerte y no azar:

voluntad intrínseca:

apareciste en mis orígenes.


Obsequiaría mis párpados a cada anochecer por cortesía

si mis excavaciones y mapas concluyeran a ti.


El tesoro de mi cofre es un perpetuo chapuzón en tus lagunas periféricas.


Si mi nariz es un molino, tú eres el viento.

No ceses tus soplidos.

Las comisuras se estiran como ligas gimnásticas,

y si suelto mi extremo,

colgaré aferrado a un risco que podría ser cascada.


04:27 am

04/27/2011.

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